martes, 28 de diciembre de 2010

POEMAS DE HUMBERTO VINUEZA


El poeta y escritor ecuatoriano Humberto Vinueza (1942), en la década de los sesenta perteneció al grupo de vanguardia cultural Tzántzicos. Ha formado parte de consejos editoriales de destacadas revistas literarias del país (Pucuna, La Bufanda del Sol, Procontra y Letras del Ecuador, de la Casa de la Cultura Ecuatoriana); ha publicado libros de poesía como Un Gallinazo Cantor Bajo un sol de a perro (Quito, Populibros, editorial Universitaria, 1970); Poeta Tu palabra (Quito, editorial El Conejo, 1989); Alias Lumbre de Acertijo (Quito, editorial Eskeletra, 1990); Tiempos Mayores (Quito, edicióndel autor con la editorial El Conejo, 2001); y, Constelación del instinto (Quito, editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2006). En 1991 recibió el Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade por el poema-libro Alias lumbre de acertijo y, el mismo premio, en 2007, por el poemario Constelación del instinto. Sus textos poéticos constan en antologías nacionales y latinoamericanas, en el idioma original español y traducidos al inglés y francés. 

EN TODO LA luna como una señal

tentativa del aprendizaje de un gesto
de la raíz que se va haciendo esbozo de sumario.
La piel se abrevia adentro de las cosas
el ojo se extiende y con densidad de hilo
une fijeza y mudanza
con membrana de noches estrelladas
caos climático con diapasón de abrazos
exactitud de rincones con palabras que juegan
a ser trascendentes no más de una vez
la mirada devuelve el umbral de lo invisible
el mundo quizás aguarde su doble que sin existir lo releve
y parezca único donde se une el barro con el cielo
entonces el balance no será un método quiromántico
sino la unidad de medida de cualquier síntesis
la puerta cruje al abrirse
y al cerrarse cruje. 

LADRAN LOS PERROS. La voz del locutor
se deshace bajo la llama de la radio
que no causa ningún incendio.
Cuánto presente ayer. Cuánto ayer ahora.
El viento se hace aire y otra vez viento
y sopla sobre el clima del reloj
y la mano invisible de los principios y los fines
despoja de todo artificio a la desnudez
y afina el ritmo de las apariencias desde lo íntimo sagrado
hasta el saber inventado por su fuego.
Apaga la radio. Los perros se borran
en un claro de avión aterrizando.
La silueta de mujer se encoge sobre aquel ínfimo
mar tiernamente hipérbole y dice:
tal vez otro pensamiento me piense
otra boca como su bocado me avoque
o evoque en pausada gustación.
Brújulas corporales se desnortan
en un recodo del lenguaje.


MIENTRAS LLUEVE BAJO la noche negra
ranas pares croan tentando a ranas nones.
Él escribe versos silenciosos para desemparejar
el tiempo de la puerta y la puerta del deseo
y entre páginas y sábanas se oculte el relámpago carnívoro
y la lluvia humedezca con desvío de sintaxis
el aire de la gruta de donde nadie sale sin la lisura de la fe hacia la tiniebla de la naciente frontera.
La edad confiere confianza al sexo con retardo
y arde como una lámpara en el borde de pantomimas sucesivas
de la transfusión del tiempo de quienes inventaron
el primer canto hace ya tanto infinito modulado
de la flauta con neuronas en vez de agujeros del fogonazo de creer que se vive el sueño en el espejo adentro de las cosas.
Vuela una mariposa desde algún pecho
hacia el croquis de las genealogías y no se sabe dónde comienza el alma ni dónde termina el cuerpo.
Pareja es la única palabra o tibieza de ave
que no sustituye con ventaja a su presencia.


Del libro “Fuga de energía
Publicado en Obra cierta, Antología (2009)



lunes, 6 de septiembre de 2010

POEMAS DE CARLOS ROJAS GONZÁLEZ

De  (Algunos números que no intentan significar nada)

(2010)

En las puertas del cielo la ciudad se detiene
nadie la invita a entrar
reconocer que esta chatura no es lo único que existe
más allá de ese dintel están cielo e infierno
ese verdadero imaginario

Tal vez.

***

Escuchar música siempre es necesario
o todo lo que queda
Ahora estoy con Goyeneche
(abandoné un momento los clásicos para sentirme yo
una aguja en los talones)
una voz de grava me atraviesa
(“garganta con arena”)
me traslada a espacios desconocidos
o mejor me hace reconocer otros espacios

Acá nadie puede tocarme
Ahora soy yo cabalgando en una melodía que apenas reconozco.

***

Esto de escribir resulta tarea fácil
te instalas en el aparato que tengas a mano
colocas lo que se te ocurre
(haces pasar cualquier cosa por ideas
acudes al absurdo/ la procacidad/ al sexo/algo de lo social
que no tenga sentido lo dices es algo secundario)
todo esto debe estar en galeras o en prosa
en la primera de bastos lo lees
aplausos el público no entendió o si entendió lo mismo
Más tarde lo publicas
tal vez tampoco alguien lo comprenda pero no es necesario
aparecerá algún “especializado”
te hará comparaciones con alguien que se supone “válido”
encontrará los parecidos
te declarará importante
se te pondrá el pecho así de grande
sin saberlo
Te convertirás en alguien importante
O parecido.

***


Sueño que los días transcurren pegados de la mano
solo elijo las manos
extraídas de ese cuadro de sueños
me acarician me excitan
contento sobre esa nube me desplazo
ahora estoy donde siempre quise
más allá de mí mismo

Despierto
los días transcurren lentos
separados
como todo.

****


No sé si mañana ya no estemos
Si el canto tempranero no se escuche
Si el cordel donde se dicen cosas sea solo un cordel

Preguntarnos dónde iremos siempre es innecesario
Para qué saber el camino si solo es el camino
Conocer el destino si es solo el destino

Ahora estamos aquí sobre esta cuerda
Amando cantando diciendo cosas.

***
(Ahora que las últimas flores)

(Fernando Artieda, poeta del pueblo)

Ahora que las últimas flores dejadas en tu tumba se han marchitado
o se las han llevado los ladrones
Ahora que ya no es necesario confundirse impostar la voz
creo podemos decirnos algunas cosas
Yo respeto todo lo que has escrito
(el estar de acuerdo es una convención más del lenguaje)
Tu hombre solidario
Tu safa cucaracha
que llegaron al interior de este pueblo -balneario frustrado-
enseñándoles cómo enfrentar el día a día
cómo hacer que la tristeza se transforme en lo contrario
Esa seducción que era tuya –decir “solo” sería un lugar común-
con la que movilizabas a las masas esa posibilidad de poder decir
Venían de petrillo de vuelta larga de los extramuros de lo más recóndito
y la gente aplaudía
frenética alborozada
mientras con esa voz rasposa –ronco de lata- gritabas tus versos
esos versos de los que tú más que nadie estaba convencido
disfrutabas de cada palabra procaz malapalabra
(como dice la buena gente gente de bien)
y continuabas tu discurso interminable
alzando los brazos gritando haciendo pasos de baile
y gente seguía allí por la radio pegados al televisor
disfrutando de ese ardor contagioso
transformando su angustia –el no tener- en euforia
porque tú les entregarías la clave para entender este pueblo fantasma
para encontrar el ídolo que todos necesitan
el cantante que se lleva dentro
ya no importaba ser cholo indio ladrón serrano puta o lo contrario
todos se enrolaban en esa canción que les habías descubierto
que los encubría
La fatalidad era una forma de disfrutar la vida
las palabras adquirían otro sentido en el gran coro
De improviso el tiempo se interpuso en tu voz
esa carraspera esa voz pastosa ya no está en los tablados
la gente sigue ya no espera entona o susurra el mito que les dejaste
Se levanta trabaja cuando puede o hace lo que acostumbra y tal vez sea
                                                                                                   feliz)
sobre todas las cosas sus dolores está la ilusión que sembraste
tu palabra

Acá al otro lado los que simulamos pensar
los que nos engañamos diariamente
(los que buscamos la expresión adecuada)
los que no tenemos la fuerza necesaria –aquí se debe decir otra palabra-
iremos a tu tumba cuando tengamos tiempo
a preguntarte cómo es el canto por allá Fernando.
18/04/2010

domingo, 27 de junio de 2010

POEMAS DE GUILLERMO FALCONÍ

De: TERRA IGNEA

http://www.terraignea.blogspot.com/
Friday, Junio 25, 2010

Aproximación a la literatura y cultura peruana.
Guillermo Falconí. (Canta, 1950).

Siguió estudios de antropología en San Marcos.

Poemas suyos se han publicado en Cronopios y Sol & Niebla y en la antología Yacana / 51 poetas.

Autor de Cazador de la noche.










BANGLADESH

(Memoria de dos mil años)


Y en el fondo de la niebla tu vida aparece

como un antiguo cuento.

Huele a tinta china y tiene el semblante

del Harlem Rag violeta.

Y has vivido tragando los vientos del sur

y los vinos del desierto

como un viejo busca fortuna en el fondo del mar.



Hoy escribo sobre ti

masticando chiclet y ajos en una estación

que da contra la muerte,

aquella que rota sus ojos negros alrededor de la Historia,

que busca tus abismos en

las plazas públicas de la ciudad

donde los patios coloniales

han oscurecido apestando a menta y Coca-Cola,

y mi mujer me abre sus piernas

para que yo respire el crepúsculo

de vuelta al mar y a su corazón.



Esta es la hora de la inmovilidad en otras manos,

la hora en que el sentido de las cosas

empieza a perfilarse entre las parturientas de

Munich, mujer.



MI PUEBLO


A la manera de Robert Frost

camino frotando mi corazón contra las piedras,

contra los árboles

y contra las rosas que cubren mis caminos.

Hacia algún lugar, con mi propio deseo

cruzo uno, dos e infinitos puentes

cubiertos de nieve.

Tibio, contemplo los arroyos,

y se cubren de blanco las cascadas.

Es mi pueblo,

mi pueblo hecho a la naturaleza como un trébol carmesí,

con su tempestad y su epopeya,

con aludes y sombras como todo ser en este país.

Por ejemplo, hoy puede ser un día de lluvia,

hoy podría ser yo mismo su tormenta,

escupir su cielo o ser la última piedra

que caiga de su rostro.

Pero seguiré pensando en su oscuridad,

en su respiración / en su respiración

de la cabeza a los pies.


EN EL VACÍO


Aquí hay angustia

las imágenes cruzan mi conciencia

lo mismo que los caminos del pasado

con todas sus posibilidades.

Pude haber muerto sin que fuera posible permanecer

en ese abismo

en el azar del vacío

y del espacio.

Hoy sucede todo lo contrario.

Mi embriaguez es una locura de astros infinitos

que el invierno

ha disfrazado en mi ojos.

Y yo amo su mejilla gris cuando derrama su corazón

en el mío

cuando la música y el genio del mar y los ríos

cruzan

el puente de San Juan

y se posan con sangre de mujer bajo las piedras.

Ahora estoy agitado…

……………………………………………………..

soy un corazón agitado

que va del sístole al diástole

ese movimiento sagrado para ti.

Por fin quiero la lluvia

la realidad

la eterna música del mar.


UN CARACOL EN LA NIEBLA


Siento que te fuiste hace tiempo.

Siento en ti el pasado,

esa soledad que no aparece ya en mis calles.

Siento que otra vez vuelve la luna para el recuerdo,

que los días que vendrán traerán el verano

y entonces estaré elucubrando que fuiste así / que así fuiste.

Las calles de mi ciudad entonarán su eco

(así fuiste, como la luna otra vez).

Y nosotros, los caracoles de la colina,

los germinales de agosto,

la duda,

la afirmación

y el frustrante deseo de querer siempre algo,

de estar aquí o en el sueño.

¡Oh descomunal vacío de esta noche!


POEMAS DE JUAN CARLOS LÁZARO

Juan Carlos Lázaro (Lima, 1952).

Ha publicado tres colecciones de poemas: Gris amanece la urbe del hambre (1987), La casa y la hojarasca (2001) y Entre la sombra y el fuego (2008).

Dirige el sello editorial Sol & Niebla.











Salí a deambular



Salí a deambular por la ciudad.

Luna llena y domingo.

Este soy yo –dije–, amante ciego

y loco como Edipo.

Basura. Suicidas. Perros vagos.

Yo y los fantasmas.

La ciudad era un ala de sombra.

Acaso un templo maya.

Besé a la luna. Y ofrecí

mi corazón al sacrificio.


La casa y la hojarasca



La hojarasca y el agua detenida

son todo lo vivo y lo real

de este patio y de esta casa.

El resto son fantasmas.

Que lo diga sino el centinela rojo

que dormita en el torreón de la esquina

y que sueña con la próxima batalla.

La sombra del general

se mueve tras las persianas.

Con él van su kepí, sus charreteras,

su sable, sus botas, su capa.

En su recámara crepuscular

a la luz de una vela escribe

con mano trémula: “A la patria…”

El caballo blanco relincha,

agita su cola en el aire

espantando a una mosca lunática.

Una criada vestida de luto, pálida,

prepara la mesa para la cena

a la que sólo acuden

entre candelabros dorados

el pasado, el polvo, la nada.

El resto son fantasmas.


El Ser y la Nada



En inhóspitos protíbulos de ultramar

donde el Amor se acuesta con la muerte

en una cama con forma de barco,

donde los hombres desnudan

sus almas frente a un espejo

y se descubren sin rostro

y sin huellas digitales,

donde el oscuro sexo

de las muchachas

palpita como un corazón

abandonado en

el alféizar de una ventana,

y tras la ventana

no hay otro paisaje que la lluvia

y un paraguas negro

desprendido de una mano,

y el aullido de los lobos

se escucha a lo lejos como

un himno que anuncia

la destrucción o

el desastre,

ahí exactamente

tú eres y yo soy

el Ser y la Nada

sin mascaras

y sin orgasmos.

jueves, 10 de junio de 2010

POEMAS DE GONZALO MILLÁN / CHILE

De: TERRA IGNEA
http://www.terraignea.blogspot.com/
Friday, May 28, 2010
Aproximación a la literatura y cultura peruana.
por Armando Artega

GONZALO MILLÁN - Poemas

Gonzalo Millán nació en Santiago de Chile en 1947. Es autor, entre otros, de los libros: Relación personal (1968); La ciudad (l979); Vida (1984); Seudónimos de la muerte (1984); Virus (1987); Cinco poemas eróticos (1990); y, Trece lunas (1997). Paralelamente a su actividad poética y docente, se ha dedicado a la creación artística en el campo de la poesía visual y las artes plásticas. Ha realizado exposiciones individuales en Chile, Canadá. Estados Unidos, Suecia y Holanda. Durante su exilio en Canadá fundó la editorial Cordillera y desde su regreso a Chile dirige la revista de poesía El Espíritu del Valle. Es traductor del inglés, francés y neerlandés. Ha ganado importantes premios entre lo que destacan el Premio Pedro de Oña (1967) y el Pablo Neruda (1987). Por nuestra parte, en el N- 3 de la revista AUKI (Noviembre 1975), Nicolás Yerovi lo incluyó en su antologia "Diez Locos Australes", su poema "Y como una mala canción de moda, te nombro y te repito" de su libro "Relación personal". Millán falleció en octubre del 2006. Poeta, académico, artista plástico, y traductor.















NADIE

Las calles están silenciosas

y desiertas. Solamente cruzan

las sombras de los árboles.

No se oyen pájaros, bocinas,

ni siquiera el motor inminente

de un auto siempre aproximándose.


Los ascensores, las escaleras

y pasillos de los edificios, vacíos.


En una cocina un charco

en torno al refrigerador

que de deshiela

con sus bandejas desnudas

y la puerta abierta.


Conservada en el hielo

no hay más que una arveja

muy pequeña, redonda y verde.


EL LOCO

Vuelo por una Línea Aérea Peregrina,

mirando el ala de mi mano siniestra

y el reflejo de mi rostro apresado

en el cubo de hielo de la ventanilla.



¿Quién soy? Para la belleza fría

como un maniquí de la aeromoza,

componiendo la lista de bebidas,

el hombre de bigotes que ordenó

un vaso de leche, sillón 17-F window.



Para ti, aunque digas que es

más difícil quedarse atrás, que irse,

ya comienzo a ser un mal recuerdo.

Para mí mismo, Le Mat de tarot,

los bártulos liados en un pañuelo

y el bordón al hombro.

El frío asciende hasta aquí

y sus caninos me muerden una pierna.


Abajo los nevados bosques perennes,

grises, verdinegros como el pelaje

de un gran danés con arestín,

saltan para morderme los talones,

mientras cruzo, funámbulo por el aire.


VIDA DE PERROS


Los gatos se agazapan

entre la floja maleza

del jardín maloliente

por el gas de los escapes;

saltan y acezan chillando

sobre sus gatas.


Después entran

por su plato de leche;

se limpian a lentos

lengüetazos el pelaje,

se van por las murallas

o échanse en los trapos.


Yo les paso largo rato

la mano por el lomo

y los envidio siete veces.


NIÑO

Encontrarán siglos después,

cuando sólo queden los envases

de una sociedad

que se consumió a sí misma,

sus restos

de pequeño faraón dentro

de un refrigerador descompuesto,

enterrado

bajo unas pirámides de basura.


VASO


Un espejismo cristalizado

de la sed es el vaso;

palacio límpido con un foso

sin puente, resbaladizo.

Deseo insaciable de nada.

Salvo el aire.

Allí es leve lo pleno

y lo hueco grave.

Bebo vidrio del vaso vacío.

miércoles, 21 de abril de 2010

MARIO CAMPAÑA (GUAYAQUIL 1959)

POETA Y COMENTARISTA LITERARIO.
Ha publicado Cuadernos de Godric, Premio Nacional de Poesía Joven 1988. Días Largos (1995). Visiones de los real de la poesía latinoamericana (2006). Aires de Ellicott City, 2006 (Barcelona).

POE, BALTIMORE, 31 DE OCTUBRE

Para Toña


Repentinamente descubre el sol este pulcro cementerio de ciudad, donde la iglesia intimida todavía a las almas. Lápi POE, BALTIMORE, 31 DE OCTUBRE

Para Toña


Repentinamente descubre el sol este pulcro cementerio de ciudad, donde la iglesia intimida todavía a las almas. Lápidas hundidas, húmedas, trabajadas por el musgo: “Homenaje al Mayor Steve Ridell”; “Recuerdos al Coronel O’Jara”. 

Junto a la indiscutible gloria de los héroes acampados apaciblemente en esta orilla, una tumba oculta tras cristales hoy tampoco resplandece, hoy, día de la celebración de un hallowen. A su lado, ni el cognac ni las rosas sobreviven; hay coronas, ramas de vid o de un olmo viejo, y están secas.

Pero en la humilde “calle de la amistad”, entre chalets desvencijados, una negra nos habla con orgullo de un trémulo poeta, de un hombre frágil de mirada triste
que cada tarde deambulaba solo con su manchado cuaderno bajo el brazo y se sentaba dócilmente junto al árbol, “aquel árbol”, entreteniéndose con el rumiar de las ardillas y el rumor del cielo.

Temprano, los niños salen, corren, festejando la esperada llegada del domingo, y en la tarde, entre curiosidad y zozobra, empujan, arrastran al viejo amigo que allá en Lombard street ha caído una vez más, abrazado a una botella.

Los que no tuvimos el valor ni la firmeza
para creer en
lo invisible, nosotros,
venimos hasta aquí a invocar su nombre
avergonzados: sentimos, en secreto, deslizarse
una sinuosa complacencia

ácida gota de nuestra alma
que profana su memoria
con nuestra
desventurada salvación.

De aquella noche
despertamos sobrios con el sol
y descubrimos que había desaparecido
el río. Incrédulos, uno a otro nos miramos
en el ancho espacio dejado por el cauce.
En las manos los anzuelos, la red y las carnazas.
Árboles celosos nos cercaban con su brillo.

Trémulos, llenos de presagios,
todo el día permanecimos en silencio,
refugiados en el bosque,
solos bajos los árboles.

En la tarde meditamos juntos: “Ahora –dijimos-
las muchachas caminan libres donde
antes se arrastraba el río”.

De noche el silencio era más duro.

Obstinados, regresábamos a la orilla
aún con un pie en el sueño.

Junto al fango imaginábamos ardides
para la pesca y el breve festín del día.

Después enmudecíamos.

Arriba el sol viajaba lento y en el crepúsculo,
a la esperada hora de sacar la red,
invariablemente cundía el zumbido,
el viejo rumor alborozado.
Y como antes, saltábamos alegres
estregándonos las manos.

Pero el eco llegaba de muy lejos.
Las redes estaban mustias, colgando de las vigas
o amontonadas en el suelo
como un ruinoso laberinto sacudido por el aire.
Anzuelos y sedales atacados por la herrumbre.
Las carnazas comidas por los pájaros.

Así vivíamos, cuidando el lecho.
Sin descanso preparando almácigas.
El río aún nos invitaba con su limo.

Ardía un verano turbio en las afueras.
Gente congregada y calles pedregosas.

Corría yo veloz, sobre el musgo, en los tejados
divisando la ciudad hasta el límite.
El bosque en la cima de los mangos.
Trastos amontonados en los patios.
Fogoso, el humo se extendía
entre los seres voladores
ocultando el cielo.

Yo contemplaba habitaciones húmedas,
luces abandonadas en los muros:
manchas de sangre seca
los agujeros de los gatos.

Y corría por calles viejas, por el parque en ruinas, por el río.

Ecos de campanarios resonaban
en las tardes de aquel verano turbio.

En la escuela había humedad, flores secas,
polvo de pizarras; en la bodega,
bancos rotos.

Y en el taller, el restaurador,
ese hombre discreto que trabajaba siempre solo,
lustraba todavía la madera de los muebles,
corroída por gusanos.

Era un verano turbio. Faltaba luz.

Corrí otra vez. Oía voces. Y sentí de pronto,
en lo alto, un ruido, como un ala
que afanosamente se agitara.
Me voltée, azorado,

y vi a mi madre
retorciéndose en el aire:
un trapo en vilo.

II

Y vi también, a lo lejos,
la casa, la hierba, la escalera.
En paredes sucias se apoyaban
sombras espesas.

Llamé. Se repitió
mi voz hueca.

Miré hacia el pueblo: Todo ardía.

Una mujer, en un rincón, trémula,
escuchaba.

Era un verano turbio.
Emboscada por las voces, la maleza, corres,
Por ventosos callejones, blanca hierva,
Pasillos de salas de urgencias impolutas
Invisible mancha del dolor.
Las bocas arrojan la rosa al fuego
Y los oído oyen un llanto amigo.

Esperas, con tu humilde majestad:
Gente que te viene a visitar desde muy lejos,
Y disfruta de tu mesa siempre servida para todos,
También para el peregrino que atraviesa la calzada,
El que vaga buscando en el camino otro camino.
Amados cuerpos de antes, celebraban la amistad
Como día de fiesta.

Corres, pero nada disipa las palabras
Que acechan a quien camina a solas
Recorriendo su vida como funámbulo
Sobre el filo de una pared vacía.

Nadie viene a tu mesa. Nadie asoma
Su rostro en esta fiesta de despedida
Cuando abres al fin de par en par la puerta
Y ves un violento abismo repentino
Un fondo cada vez más crudo:
Hervor de voces que te esperan
Con un sitio reservado para ti.

Deténte, Madre. Voltea la caray mírame
Una vez más: Vuelve. Escucha:
No existen las fiestas que antes conocimos.

Pero Escúchame Otra Vez: Esas voces
Que te siguen, esas palabras sucias
No han sido dichas para ti:
Son para el pez que ha bajado a la tierra
Por su vida equivocada.

Ahora vuelve a escucharme: yo voy contigo
A contemplar esos seres que descansan
Junto a un árbol rojo
Aquel tronco translúcido inflamado por un sol
Que nunca conociste.

Jorge Martillo Monserrate (1957), Ganador del PremioAurelio Espinosa Polit. Autor de Aviso a los navegantes (1987), Fragmentarium (1991), Vida Póstuma (1997) Últimos versos de un poeta decadente (2004)

martes, 6 de abril de 2010

VIDA PÓSTUMA

1
 
Ahora sé que la muerte no es una mujer
Es solo una sombra
Nos acaricia
Sella nuestros labios
Apaga nuestros párpados
Nos conduce a soñar
Otra vez la oscuridad intrauterina
Aguas cálidas por donde ir a la deriva.

En vida confundí a la muerte con aquel fantasma
Que surcaba el cielo de mis habitaciones
Cuando grababa mi poesía
O cabalgaba cuerpos tras el amor.

Ahora sé que la muerte no es una mujer
Ahora sé que la muerte es mi sombra.
  

2

Entendí que los sueños eran más que una escalera
Ascendí y descendí
Una luz oblicua iluminaba mis pasos
Antes escribí de voces y mutilaciones.

Antes escribí que descubrimos la malignidad de los otros
Y jamás la nuestra.

Ahora el espejo se rompe
Me adentro a buscar esa imagen imposible.

3

Mis prendas quedarán colgadas
Detrás de una hoja de puerta
Les caerán láminas de polvo
Les caerá el vacío
Les caerá mi ausencia.

Mis camisas colgadas del cuello
Atrapadas por el anzuelo del cáncamo
Los hombros derrotados como puchos de cigarrillos
Las mangas simulando al espantapájaros
Que regaló los sembríos a las aves
Los cuellos lascados como cuerda de suicida
Los botones sin el abrazo de los ojales
Los bolsillos repletos de nada
Mis camisas sucias tendrán grabados mis últimos días
El olor de las mañanas
El hedor de las tardes
El carmín de la amante que dijo hasta luego y no adiós.

4
Este no es un inventario de objetos sin su usuario
Esta es una sensación de pérdida.

¿Quién mirará la luna en menguante
a través de mis lentes?
¿Vendrá el moho a enverdecer su armazón?
¿Vendrá el polvo a cubrir sus cristales?
¿Se atreverá algún deudo a apoderarse de mis anteojos
Para observar el mundo que no podré ver?.

Este no es el inventario de objetos sin su usuario
Esta es la lápida que se cierra
Esta es la tumba que cubre
Este es el epitafio que escribe sentencias
Esta es la vida penando como fantasma.

Jorge Martillo Monserrate

martes, 23 de marzo de 2010

Jorge Reyes

Nacido en Quito en 1905 y fallecido en esa misma ciudad en 1977, el poeta y periodista Jorge Reyes destaca entre los literatos ecuatorianos contemporáneos por su vigoroso repertorio poético, impelido por la sucesión de ideas sociales y estéticas que dominaron el siglo XX. Además de dirigir las columnas literarias del periódico La Tierra, dejó muestras de su capacidad analítica en las páginas de opinión de otra cabecera quiteña, El Comercio. Hay que vincular toda esa producción al ideario socialista, defendido por Reyes en revistas como Cartel, cuyo lanzamiento editorial fue impulsado por el poeta en colaboración con escritores como Pablo Palacio, Alfonso Moscoso y Jaime Chávez. En el terreno literario, destaca un ensayo que resume buena parte de esas inquietudes: Apostilla (1997).

Aparte del citado título, la bibliografía de Jorge Reyes incluye poemarios tan atractivos como Treinta poemas de mi tierra; Quito, arrabal del cielo (1926), (1930) y El gusto de la tierra (1977). Asimismo, cabe hallar sus versos en las antologías Índice de la poesía ecuatoriana contemporánea (1937), Antología poética de Quito (1977),  Quito: Del arrabal a la paradoja, (1985) y Poesía viva del Ecuador (1990).

domingo, 21 de marzo de 2010

VECINA

Ahora que está el patio de domingo
y no hay ropa lavada

y en las vasijas no se quiebra el cielo

y los niños, caracolas terrestres,

danzan de lado a lado

con los trompos borrachos

y las bolas que guardan estrellas de colores,

usted y yo, vecina,

nos podemos fiar un gran cariño

y decir, por ejemplo, deme un beso

usted, buena como un periódico en la mañana

cuando es indispensable echar ancla en la vida,

yo, inquilino de una tristeza

por esa mujer pálida como la palabra muerto.



La calle se ha vestido de un pañolón de flecos



Tiene usted unas manos

dignas de atar el nudo de mi corbata,

por la presencia de su boca

ya no chisporrotean mis recuerdos,

aparece usted conmigo en las conversaciones

como los parientes en las fotografías

con dedicatoria al amigo del alma,

y detrás suyo hay una familia contenta

que conoce la utilidad del mondadientes

y mira al cielo para hablar:

“se ha muerto el Ambrosio como perro

sin siquiera una cruz entre las manos”.



No sé hacer la alabanza de sus ojos,

pero estamos juntos en la tarde que se achica

y mi alegría sube y le muerde los pechos.

junto a usted me olvido de las constelaciones

y estoy tan sólo aquí y en ninguna parte,

sin voz, como los muertos, porque tengo dos manos

y un deseo en el único sitio en que está el deseo.

sin embargo, quiero que me encargue su corazón

para envolverlo en la esquina de mi pañuelo

y guardarlo en el fondo del bolsillo del pecho.



Así estaré tranquilo

como los toreros en las fotografías.



Los faroles en la tarde son como forasteros.



Jorge Reyes

domingo, 7 de marzo de 2010

CRÓNICA

ENTONCES

A Juan Ramírez Ruiz,
José Watanabe, que
siempre están.


Amo el invierno
Y no renunciaré jamás a la belleza de incendiar
Los árboles de un bosque en el otoño
                                                 (Armando Arteaga)

Carlos Rojas González

Apenas consigo instalarme en internet se me ocurre abrir las páginas de mis amigos, debe ser una especie de curiosidad malsana, como decía mi madre, para ver en qué se encuentran, qué ha sido de sus vidas, acaso han conseguido lo que hace algunos años nos proponíamos. En ese intervalo que marca la espera de descarga de información me los imagino en un ahora, pero un ahora de entonces con el pelo largo, haciendo planes de lo que se pensaba hacer, por ejemplo en 1970, cuando sin conocer a nadie me instalé a tomar una cerveza Pilsen en el café del hotel La Colmena y en esas conversaciones iniciales que se tienen con el mesero le pregunté lo más que pude sobre Lima y él me mostró amablemente algunos sitios donde un joven turista podía ir a tomarse unas copas de vino, cervezas, a comer los famosos anticuchos que tanto me los habían publicitado, no te olvides de ir a comer los anticuchos me dijo mi madre antes de partir que tu padre me ha hablado mucho de ellos, yo asentía para no contradecirle pero por mi mente no se dibujaba la idea, el mismo sonido de la palabra me remitía a algo antiguo pero no me quedaba otra cosa que aceptar moviendo la cabeza. Volviendo a la conversación con el salonero quien quedó agradecido con la propina y se puso a mis servicios, luego de la breve charla terminé lo que estaba comiendo, era carne de res me acuerdo, aprovechando sus consejos porque al día siguiente empezaba la veda: quince días de carne y quince no, y me retiré a la habitación cansado, el viaje en carro era casi de dos días, me dejé caer en la cama grande de una habitación antigua pero cómoda que me recordó la casa de familia de mis primeros años. Dejé que el sueño se apoderara de mí escuchando en ese duermevela el tránsito, el agradable sonido del tránsito que cruzaba por la avenida Nicolás de Piérola. Supe que estaba en Lima y me arrulló el cansancio.

A las siete de la noche bajé a cenar y en un rincón del café divisé a unos jóvenes que discutían ardorosamente y apuntalaban sus aseveraciones en los libros que circulaban como pelota de fútbol, el mesero se acercó a tomar mi pedido, los miró dando vuelta la cabeza, me di cuenta que se trataba de mí y casi de inmediato los tuve encima, nos han dicho que vienes de la banana y que escribes, bueno, me interesa y comienzo, les respondí un poco timorato. De inmediato se presentaron como en el colegio, este es Isaac, éste Armando, éste Oscar, Félix, Mito, y luego comenzó la discusión en la que yo ya me había comprometido, me dijeron que se reunían de cinco a nueve de la noche porque luego se dedicaban a escribir y estudiar, quedamos en encontrarnos al día siguiente, cuando el reloj, el antiguo reloj de La Colmena, marcó la hora indicada nos despedimos, salí a la puerta para verlos partir y los vi caminando como muchachos que eran, que éramos, con euforia de quienes tienen la vida por delante, ahora de había sumado Juan Ramírez que me obsequió su libro Un par de vueltas por la realidad. En el tiempo que pasé me hicieron conocer algunos sitios importantes de la ciudad, nos reuníamos a leer nuestros trabajos, yo dejé lo que hasta entonces había publicado y ellos rellenaron mi maleta con sus libros, me interesó lo que hacían, dijeron que el más importante era Enrique y me dieron dos ejemplares de Los extramuros del mundo. Una noche de viernes fuimos a visitar bares donde cantaban los artistas nacionales, era algo especial, el restaurante cerraba sus puertas para cobrar la entrada y adentro se desataba el valse, la marinera y otras variedades de su música, así logré conocer a quienes eran reconocidos músicos nacionales. Cuando les dije que tenía que regresar a mi país porque trabajaba y estudiaba apresuraron la relación y me llevaron una noche al Chimú, un café donde paraba otro grupo de gente que escribía, allí estaban los otros, se saludaron a distancia, pero los otros me midieron de pie a cabeza, como preguntándose de quién se trataba, en eso el salonero se acercó y delicadamente sacó de su bolsillo la carta del menú, arrugada, sucia, apenas pude reconocer algunas letras pero Armando lo hizo por mí y me recomendó el ceviche, nos servimos y de veras estuvo exquisito. Esa noche al salir del bar me dijeron que si había traído algo inédito, les dije que sí y le entregué una copia a Armando me acompañaron al hotel. Al día siguiente estuvieron tocándome la puerta antes del medio día, habían leído el libro y les gustaba, me dijeron, y que no podía irme sin conocer a la Rosita Ríos, un restaurante que quedaba a vuelta del Puente de la Alameda, eso solo funcionaba desde el medio día hasta las tres de la tarde, entramos en un salón grande cubierto de cortinas de humo donde se escuchaba al fondo las voces de los cantantes algunas frescas otras con ese rico sabor de trasnoche, los platos llegaban sin que uno pidiera porque solo tenían asado y anticuchos, todos hablaban a gritos, nada se entendía, pero se estaba de acuerdo, era una celebración, se celebraba el hecho de estar vivo. De entre la humareda y la bulla salió una mujer alta y morena que cantaba como nadie, ella es Lucha Reyes, me dijo al oído Armando, los valses Tu voz, Pero regresa, se deslizaban desde su garganta para atravesar sus labios carnosos y penetrar esas barreras de tabaco y licor de guindas, cuando hizo una pausa los muchachos la trajeron a la mesa nos abrazamos, cantó pedazos de canciones (“está mi corazón llorando por tu amor tu pena/ y la horrible condena escrita por los dos”) eran canciones que las había escuchado antes pero ahora me llegaban, me asaltaban de manera especial, me recordaban algo o tal vez alguna imaginería, hacíamos coro y le repartíamos besos que la negra tomaba con agrado mostrando sus grandes dientes blancos y los devolvía sonoros, a nadie molestaba nuestra actitud, todos estábamos como se decía entonces conectados. La celebración llegó a su fin cuando imaginamos que recién comenzaba. La Rosita, una limeña de tez blanca, pelo negro cano y bastante robusta dijo que nos esperaba mañana a la misma hora, señalándonos un reloj de pared antiguo que marcaba las tres de la tarde. Nos despedimos derramando alegría y prometimos estar al día siguiente a la hora exacta, a la distancia agitábamos las manos a la gente que nos respondía y lanzábamos besos volados a la negra Lucha que los devolvía con una enorme sonrisa que mostraba sus macizos dientes blancos.

Al día siguiente se acabaron las vacaciones, Armando y otro cuyo nombre no recuerdo estuvieron temprano en el hotel para ayudarme con las maletas, salimos del hotel a la estación de expreso, habíamos repartido las cosas en tres maletas, dos eran regalos de ellos, y cada uno sacaba fuerzas de lo imposible para levantarlas, cuando llegamos a la estación parecíamos enanos por el peso que sosteníamos, los libros y los discos pesan, dijo Armando, y nos despedimos con un abrazo, me prometieron publicar algo de mis trabajos y yo les dije que publicaría un artículo de una página entera. Cuando me asomé por la ventana del expreso agité las manos con alegría y tristeza, algo se quedaba de mí y algo me traía de ellos.

A mi regreso lo primero que hice fue publicar una página entera de mis experiencias con los intelectuales jóvenes peruanos, analizando como elemento básico el libro de Verástegui En los extramuros del mundo. Los celebramos entre cartas que iban y venían, especialmente con Armando Arteaga, quien me comunicó que el movimiento Hora Zero que los agrupaba había decidido publicar un trabajo mío.

En París, diez años más tarde, conocí a un cientista social, Enrique Ballón, con quien entablé gran amistad, ya que compartíamos la profesión que yo había elegido, claro, él tenía mucha experiencia y yo trataba de aprovecharla Le conté de los escritores de Perú y me enteré que algunos había sido sus alumnos. Me apenó mucho su regreso a Lima, pero tengo muchos años afuera, me dijo, y una mañana nos despedimos, no quiso que fuera al aeropuerto para decirle adiós por esas cosas que pueden parecer folletinescas.

Cuando regresé al país -no sé si por equivocación- mi madre me entregó una revista llamada Auki, con una carta de Armando, donde se publicaba un trabajo mío. Habían pasado diez años de aquellas reuniones en La Colmena, las discusiones acaloradas, pero ahora las cuestiones de familia coparon mi tiempo y no tuve espacio para ahondar recuerdos.

Ahora que abro el internet, que la tecnología nos ha acercado en la comunicación aún cuando falta mayor desarrollo de la información que se encuentra, uno quiere buscar la obra de alguien y solo encuentra comentarios aunque en ciertas ocasiones con gran esfuerzo y ayuda de un experto se logra conseguir lo deseado. Buscando otras cosas dejé que mis dedos vayan a los nombres amigos y para mi sorpresa los encontré, se fueron apareciendo uno a uno como cuando se presentaron allá en el 70 en la Nicolás de Piérola: Armando Arteaga, pinta canas y tiene comentarios favorables, ha publicado algunos libros, es arquitecto, pasé a Abelardo Sánchez, también tiene página web, es sociólogo y se lo ve maduro, finalmente acudí a la página de Verástegui y sorprendió bastante el cambio que ha tenido el negro, ahora no exhibe la abundante cabellera de entonces, la cara algo ensanchada y está considerado entre los mejores poetas de los setenta, me quedé algunas horas proyectándome en el espejo de ellos, me pareció estar encerrado entre el ahora y el entonces, el tiempo me retrocedía velozmente y en ese espacio me sentía suspendido, intenté conectarme con Ballón, pero no fue posible, la página no se encuentra disponible me dijo el servidor, tenía unos deseos incontenibles de contarle el hallazgo, de proponerle encontrarnos en el café La Colmena de entonces, discutir acaloradamente lo que considerábamos nuestros puntos de vista, nuestras razones mientras nuestras melenas se sacudían al ritmo de valses y marineras y la negra reventaba ese vacío que se llevó con su voz, quería decirles que me estaba pudriendo acá, soportando golpes de estado o amenazas cada cierto tiempo. Encender el televisor y no tener otra opción que escuchar a los políticos ofreciendo cosas que nunca han pensado cumplir, castigando la lengua como si fuera su contendor, que estoy obligado a jugar al equilibrista para tolerarme, para poder terminar este trabajo, para no morir.

martes, 23 de febrero de 2010

ARMANDO ARTEAGA NÚÑEZ

Escritor y periodista peruano (Piura, 1952)


Realizó estudios de arquitectura en la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). Estudió en la Academia de Cine, bajo la dirección del cineasta Armando Robles Godoy, en el Club de Teatro con Reynaldo D’Amore, y en el TUNI con Atahualpa del Chioppo. Ha sido crítico de cine en el diario Expreso y editor de la página editorial del diario Gestión. Actualmente es director del Instituto de la Tecnología y la Cultura Andina (ITECA).
 
PUBLICACIONES:
  • Callejón Sin Salida (poesía, 1986)
  • Un Amor en que aún (poesía, 2000)
  • Terra Ígnea (poesía, 2004)
  • Cuentos de Cortometraje (narrativa, 2002)

domingo, 14 de febrero de 2010

EL INCESTO
























Armando Arteaga

MIS BELLOS ZAPATOS MARRONES/ARMANDO ARTEAGA












Mis bellos zapatos marrones


Tienen dudas de morir en la guerra

De los duros caminos de la vida

Y de la estupidez.

Ya en las fronteras de los extraños pensamientos

Tienen miedo del ratón que pudiesen matar



De un veloz pisotón por descuido.

No desean vivir humillados para siempre

Por el mal uso del tiempo, solitarios, mongos,

Mirando el mar desde los acantilados

Sino vagar por las calles de un país de maletas

Quieren viajar, irse lejos, buscar otros veranos

¿Cómo las golondrinas?.

¿Cansados ya de tanta poesía?.

Dos amigos, se aman y se odian, Marx y Rimbaud

Sueñan cambiar el mundo.

Aman el ocio

Tienen frío.

La primavera es tal vez la muchacha donde habitaron

un día.

Antes que toda esta felicidad termine, sea ilusión

de zapatero.

Una vaca que fue la mejor del establo...

¿Quién ha de usar mis zapatos un día de fiesta

o en funeral?.

¿Quién leerá un libro de poemas, dirá lluvia

y saldrá a caminar sobre la lluvia?.

¿Quién se estará preguntando

ante la vitrina de una zapatería

y se sentirá muy triste, si aquellos fueron

los amigos de antaño que escribían poesía

y se fueron muriendo conmigo?.

-Nadie se acuerda ahora.


http://terraignea.blogspot.com/