El poeta y escritor ecuatoriano Humberto Vinueza (1942), en la década de los sesenta perteneció al grupo de vanguardia cultural Tzántzicos. Ha formado parte de consejos editoriales de destacadas revistas literarias del país (Pucuna, La Bufanda del Sol, Procontra y Letras del Ecuador, de la Casa de la Cultura Ecuatoriana); ha publicado libros de poesía como Un Gallinazo Cantor Bajo un sol de a perro (Quito, Populibros, editorial Universitaria, 1970); Poeta Tu palabra (Quito, editorial El Conejo, 1989); Alias Lumbre de Acertijo (Quito, editorial Eskeletra, 1990); Tiempos Mayores (Quito, edicióndel autor con la editorial El Conejo, 2001); y, Constelación del instinto (Quito, editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2006). En 1991 recibió el Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade por el poema-libro Alias lumbre de acertijo y, el mismo premio, en 2007, por el poemario Constelación del instinto. Sus textos poéticos constan en antologías nacionales y latinoamericanas, en el idioma original español y traducidos al inglés y francés.
EN TODO LA luna como una señal
tentativa del aprendizaje de un gesto
de la raíz que se va haciendo esbozo de sumario.
La piel se abrevia adentro de las cosas
el ojo se extiende y con densidad de hilo
une fijeza y mudanza
con membrana de noches estrelladas
caos climático con diapasón de abrazos
exactitud de rincones con palabras que juegan
a ser trascendentes no más de una vez
la mirada devuelve el umbral de lo invisible
el mundo quizás aguarde su doble que sin existir lo releve
y parezca único donde se une el barro con el cielo
entonces el balance no será un método quiromántico
sino la unidad de medida de cualquier síntesis
la puerta cruje al abrirse
y al cerrarse cruje.
LADRAN LOS PERROS. La voz del locutor
se deshace bajo la llama de la radio
que no causa ningún incendio.
Cuánto presente ayer. Cuánto ayer ahora.
El viento se hace aire y otra vez viento
y sopla sobre el clima del reloj
y la mano invisible de los principios y los fines
despoja de todo artificio a la desnudez
y afina el ritmo de las apariencias desde lo íntimo sagrado
hasta el saber inventado por su fuego.
Apaga la radio. Los perros se borran
en un claro de avión aterrizando.
La silueta de mujer se encoge sobre aquel ínfimo
mar tiernamente hipérbole y dice:
tal vez otro pensamiento me piense
otra boca como su bocado me avoque
o evoque en pausada gustación.
Brújulas corporales se desnortan
en un recodo del lenguaje.
MIENTRAS LLUEVE BAJO la noche negra
ranas pares croan tentando a ranas nones.
Él escribe versos silenciosos para desemparejar
el tiempo de la puerta y la puerta del deseo
y entre páginas y sábanas se oculte el relámpago carnívoro
y la lluvia humedezca con desvío de sintaxis
el aire de la gruta de donde nadie sale sin la lisura de la fe hacia la tiniebla de la naciente frontera.
La edad confiere confianza al sexo con retardo
y arde como una lámpara en el borde de pantomimas sucesivas
de la transfusión del tiempo de quienes inventaron
el primer canto hace ya tanto infinito modulado
de la flauta con neuronas en vez de agujeros del fogonazo de creer que se vive el sueño en el espejo adentro de las cosas.
Vuela una mariposa desde algún pecho
hacia el croquis de las genealogías y no se sabe dónde comienza el alma ni dónde termina el cuerpo.
Pareja es la única palabra o tibieza de ave
que no sustituye con ventaja a su presencia.
Del libro “Fuga de energía”
Publicado en Obra cierta, Antología (2009)